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Ciclomundo – Poemario, 2015

Prólogo

Como un canto a la vida se ofrece el poeta en estos versos. Despliega en las páginas de este libro el saber que le dio el camino recorrido, el observar tranquilo, el haber amado la lectura y el conocimiento. Derrama sus experiencias y sapiencias con generosidad total, como quien entrega el más valioso de sus tesoros.

Para cantar a la vida es necesario amarla, y haberse aferrado a ella con todas las fuerzas, salvando todos los obstáculos. Para entender la vida es necesario haber visto de cerca la muerte, y haber dialogado con ella, en ese momento crucial que nos obliga a tomar coraje y a dar vuelta la mirada para descubrir lo esencial, lo trascendente, lo importante.

Y en ese camino que recorre canta a la vida, la contempla cual fragante flor, deshojando uno a uno sus pétalos para ofrecernos su fragancia. Flores de diferentes matices asoman tras su pluma. Nos dibuja la alegría, el llanto, el placer, el dolor, el amor, la amistad, el compromiso, el terruño, la infancia. Vuelve con su palabra a tiempos abuelos, rescata la memoria de nuestro pueblo, a través de las páginas de la historia.

Aparecen rostros amigos, paisajes encantados, pero sobre todo, porciones de su propia vida. Rinde un sincero homenaje al amor, en la persona de mi madre, su esposa; en las palabras tiernas dedicadas a los hijos y los nietos; a “Los Notables”, compañeros de sus años de seminarios, hermanos elegidos para transitar la vida; a familia y amigos entrañables tales como: Cristina López Ceballos de Román, a su esposo Pocho y su linda familia; al poeta Juan Ahuerma Salazar; al Vicerrector de la unas, doctor Miguel Boso y familia; a Ema Alicia Silvetti y Alicia del Rosario Silvetti; a Félix J. Coro; Zamba Quipildor, Gastón Cordero, Santiago Albarracín Cointte, Vázner Castilla, Hugo Víctor Barrenechea (Santa María, Catamarca); José Gauna ‘El Chuña’; Alfredo ‘Tambita’ Villegas; Gloria Dávila Espinosa (Perú); José Paz (Tarija, Bolivia); María Cristina de la Concha (México); Rubén Zusman, Meli Salim; César Isella; Ermes Riera y familia; Roberto Ternán; Daniel Toro; Sergio Santi (Mendoza); Pancho Cabrera; El Negro Baltasar; Ana Pais (Catamarca); Alicia Martínez, el ‘Charango’ Martínez y ‘La Charanguita’; Rubén Pérez y familia; Agustín Usandivaras; Horacio Bartolucci (Capital Federal, Buenos Aires); María Amelia D`Andrea y Eduardo Enrique Pérez (Tucumán ); Estela Yened (Chicoana, Salta); Cinthia y René Costello (Las Lajitas, Salta); Roberto Ledezma (San Luis); Jorgelina y Hugo Abad (Quilmes, Buenos Aires); Edmundo del Cerro y familia; Los Cantores del Alba; Norberto ‘Kuki’ Molina; Víctor Hugo Claros; Oscar Monterichel; Héctor David Gatica (La Rioja); Cristina de Cristófani y sus hijas Florencia y Carolina; Lina y Josito Aguirre; Teresa y Francisco ‘Paquito’ Fernández; César Antonio Alurralde; Gaspar Julio Jovanovich; Marta y Oscar Finotti; Walter Chihan; Carmelo Perri; Walter Luis; Alfonso Nassif (Santiago del Estero); Lucía Solís Tolosa y Gregorio Caro Figueroa; Patricia Ocaranza; Jorge Prieto ( Pehuajó, Buenos Aires), Camerata-Lyrum; Jorge Cornejo Albrecht; Aníbal ‘Gringo’ Aguirre; Daniel Vale; Jorge Ferrero; Hugo Gaspar López Medrano; Salvador ‘Turi’ Rodríguez; Vicente Fili; familia Balderrama; Ramón Héctor Romero; Manuel Fernández; Nene Pérez; Alcira y Alberto Abudi; Matías Qüerio; Celia V. de Morizzio y Juan Carlos Morizzio; Fabio Pérez Paz; Dante Mazzaglia; Carlitos Ceballos; Ernesto Monterichel; Sergio Nieva; Emilio Rozar; María Eugenia, Amanda Monterichel y Raúl Labroussans; Carlos Bergesio; Mario Roitman (Mendoza); Félix ‘Cuchara’ Saluzzi; Dardo Norberto Villa; Felipe ‘Lippe’ Mendoza; José Fernando Teseyra; José Pedroni; Manuel y Rafael Ale; Gerardo Monterichel. Deja una profunda reflexión, brinda en ofrenda al sumo Pontífice.

Invita especialmente a reflexionar sobre nuestro modo de vivir, a pensar si asignamos más valor al dinero, a los bienes materiales, al tiempo, o a la familia, la naturaleza, el cosmos, la vida misma, la muerte. Nos invita a reflexionar sobre aspectos cotidianos tales como la guerra y la alegría, la familia y la soledad, los libros y los viajes.

Como en el libro “Un río la poesía”, habla sin tapujos de los valores que nos rijen. Los antigüos habitantes de esta tierra decían que poeta es aquel que toma la voz del pueblo y la traduce en versos. Eduardo Ceballos, visto desde esta perspectiva, nació poeta. Desde niño tuvo las agallas de poner en evidencia situaciones que otros compartían, pero no se animaban a manifestar. Sin temores ni censuras habla de política, de las armas, de la destrucción de los bosques y de todo aquello que nos hace daño como seres humanos. Nos invita a vivir la vida desde una mirada más humilde, reconociendo nuestra pequeñez y lo mucho que nuestras acciones afectan nuestro entorno. Este libro conmueve porque representa un canto al amor, entendido como el respeto a la naturaleza, a los niños, los abuelos, implica un rescate de los valores más profundos y busca rescatar los gestos más nobles.

Pero sobre todo me conmueve saber que mi padre, el autor de este libro, ha sido, y es, coherente en su vida, con lo que dice en sus poesías. Lleva en alto la bandera del amor, de la familia y la alegría, con gran sencillez y con una honradez que admiro.

Por todo esto es un verdadero placer invitarlo, señor lector, a recorrer las páginas de este libro, que a cada verso nos regala pétalos de vida.

Viviana Cristina Ceballos