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CONSTRUYAMOS EL HOMBRE NUEVO

Hagamos el balance, el almanaque lo determina. Reflexionemos sobre el pasado, el presente, para poder mirar lo que se viene. Es tiempo de mirar con agudeza el mundo circundante, de percibir el valor justo de cada cosa. Pensar concienzudamente y poner la mágica balanza interior, la que guardamos secretamente dentro del ser y sacar conclusiones.

Por eso, miro al hombre de este tiempo y descubro como va cambiando todo. Más allá de las necesidades de pan y comida, entiendo que hay que plantear el nuevo campo ideológico, buscando argumentos serios, profundos, que desemboquen en la creación de un nuevo tipo de ser humano. Se debe corregir el rumbo.

Es tarea de todos afianzar los valores humanos, crecer en armonía con la vida para ir solucionando los profundos problemas existenciales, para lograr una vida con sentido. No podemos sentarnos a esperar la muerte, que llegará, sin haber puesto una buena dosis de voluntad para hacer una vida más placentera. Imponerse el desafío de sensibilizar el mundo y sus circunstancias.

Hay que tirar semillas que germinen en un hombre nuevo, un militante de la vida, un ser humano integral, con pensamiento crítico e histórico, con voluntad y decisión. Esta tarea debe llegar a niños y jóvenes con corazón puro, para transferirles estos sueños. Debe surgir un exponente capaz de observar, imaginar y crear otro mundo, con otras relaciones sociales. Que posea capacidad, comprensión y quiera vivir de otra manera. Es menester imponer nuevamente, la sensibilidad, el respeto, el amor.

Un hombre íntegro, que refleje su mundo circundante, que trabaje para realizar el sueño colectivo. La cultura actual que se ofrece como mercancía, es una cámara de repetir consignas y postulados; la educación debe observar con más celo el crecimiento de la vida nueva y transferirles los códigos del respeto por la vida que lo rodea; todo apunta a la desigualdad, la injusticia, la violencia. La vida moderna es como un supermercado lleno de novedades para ser compradas; no alcanzan los espacios para tapar la decadencia. Basta con ver los diarios y los contenidos televisivos, para descubrir que el lenguaje está destruido y el respeto.

Duele ver como las modas van imponiendo estilos que duelen y degradan. Se debe educar para el progreso racional, para la elevación de las personas. No todo es resultado económico, hay ganancias más importantes.

Se ha trabajado para fragmentar el pensamiento y crear masas obedientes, con sueños personales no saciados y la incapacidad para entender su propia realidad. Un mundo triste genera barbarie. Los oídos están tapados de monedas. Impera la cultura del miedo y el terror, una maquinaria para borrar las cosas sencillas y transformarlas en mercancías perversas.

Los intelectuales se venden con mucha facilidad a los temas que el sistema propone: libros y películas llegan al gran público con notorias campañas publicitarias, constituyéndose en mercancía peligrosa, bien empaquetada y difundida. La canción de los pueblos y los escritos que producen los escritores llamados regionales pasan casi inadvertidos por la mayoría, son extranjeros en su tierra. Cuantas lecciones de vida están escritas en el cancionero de los pueblos, en sus leyendas, en sus mitos, que no fueron aprendidas debidamente.

Es escandalosa la deuda que le estamos generando a las próximas generaciones; por errores de nuestro tiempo, estamos embargando su futuro. Empecemos a saldar de a poco esta deuda de honor.

El nuevo hombre debe transformar este mundo, para ello entre todos, debemos crearlo para que lo podamos hacer; el tema no es fácil, pero hay que hacerlo, antes que el sistema extermine a la humanidad, casi sin darnos cuenta.


Eduardo Ceballos.