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El profético cambalache

La vigorosa y silenciosa memoria recupera el mensaje brindado por Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”, compuesto hace 85 años.

Su letra es una pintura del ayer, que se actualiza siempre, por su alto contenido profético.

En fragmentos de su tango denuncia al mundo de todos los tiempos, de maldad insolente. En aquella época era lo mismo ser ignorante, sabio, chorro, traidor, generoso o estafador, hoy también. Todo era igual, en cualquier profesión y con asombro vemos que nada ha cambiado, todo es igual, nada es mejor. Con dolor el poeta reclamaba: “Qué falta de respeto, qué atropello a la razón, cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón”.

Y en este tiempo, ¿qué podemos decir?

La letanía de dolor está dibujada en cada palabra de este Discepolín desesperanzado cuando expresaba: “Siglo veinte, cambalache / problemático y febril / el que no llora no mama / y el que no afana es un gil. / ¬Dale, nomás! / ¬Dale, que va! / Es lo mismo el que labura / noche y día como un buey / que el que vive de los otros / que el que mata, que el que cura / o está fuera de la ley!”.

Dos días antes del golpe de estado de 1930, Enrique Santos Discépolo vio grabado por primera vez Yira Yira, que en su letra decía: “Verás que todo es mentira, verás que nada es amor”; pero ya había comenzado en 1926 con “Que vachaché”, que se quejaba del mundo feroz y despiadado. Fue el comienzo de un ciclo exitoso que le duró hasta su muerte. Esta es un poco la historia de un sensible poeta argentino, muerto en soledad, resistido por el mundo que narró. Lo notable es que los tiempos han pasado y este “Cambalache” sigue actual, como si hubiese sido escrito para este momento. Toda la visión de Discepolín es el mismo paisaje de hoy. Han cambiado las ciencias, la técnica, las artes, el deporte, la política, pero la historia se escribe como siempre.

Contundente verdad que duele y es parte de nuestra realidad. Los informativos periodísticos, repiten cada día el tango Cambalache.

La deshonestidad se instaló en toda la sociedad, incluso en los que tienen que brindar buen ejemplo. Las crónicas cuentan de altos dirigentes, de curas abusadores, de una justicia comprometida. La sociedad está enferma, necesita un médico que la pueda curar. Los vicios, las drogas, avanzan a pasos agigantados. Los niños y los jóvenes están indefensos.

Cada frase de este talentoso artista reclama, lo que aún falta en estos tiempos: respeto, tolerancia, amor, humildad, comprensión, prudencia; pareciera que el hombre está priorizando su resultado a cualquier precio; las familias están atomizadas, la violencia es pública y notoria.

Nuestras nuevas generaciones crecen con estos códigos de un ciego interés, donde no hay tiempo para la ternura. Trabajar para recuperar el asombro y para descubrir modelos de vida, que ayuden a construir un futuro más humano, con menos vanidad y avaricia. La vida es bella y merece el esfuerzo por dignificarla.

Pongamos lo mejor de cada uno para cambiar el panorama. Volver a la familia, al calor del hogar, a escuchar a los abuelos, a ser generosos y compartir con alegría los espacios de la vida. Aprendamos a sonreír para ganarle a la crisis con serena alegría. El cambio está en cada uno de nosotros.


Eduardo Ceballos.