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El viento de la vida

El viento de la vida, el aire vital, el elemento más importante para la vida humana y la de todos los seres vivos. El aire, el viento, mágicos compañeros existenciales. Numerosos factores actúan en forma conjunta. La respiración produce el intercambio de gases. Los animales absorben oxígeno, las plantas y los vegetales lo generan. Qué juego mágico, el equilibrio en la generación de gases, que permite la subsistencia de todas las especies. En ese profundo compartir, los accidentes geográficos, como las montañas, los mares, influyen en sus características, donde participan la temperatura, la humedad y la presión del aire. Sus combinaciones definen el clima, el tiempo meteorológico, el clima de la tierra.

Ese clima es el padre de todas las culturas. El clima enseña a comer, a vestir y le da órdenes a la conducta humana para que se adapte a su realidad. La inteligencia humana comprende y estudia toda esta maravilla natural, pero lo mismo destruye y contamina.

El aire se compone de una mezcla de gases, con un alto porcentaje de nitrógeno, oxígeno, vapor de agua, ozono, dióxido de carbono, hidrógeno y un pequeño porcentaje de gases nobles. Todo eso constituye la atmósfera. Allí está la base de la vida. El deber es cuidarla, no enfermarla: la contaminación mata.

A la largo de la historia cultural, de su espiritualidad, que asoman por mitos y creencias, la respiración siempre ha sido motivo de reflexión y meditación. Respirar es vivir, cuando dejamos de hacerlo llega la muerte. La respiración nos relaciona con el mundo, compartiendo esa realidad circundante que a todos nos pertenece.

La crisis del cambio climático nos hace pensar en el hombre errático, fuera de los ritmos de la naturaleza, de allí vienen tantos errores. La contaminación planetaria responde a sutiles desaciertos de nuestra relación con el cosmos. Cómo puede ser que los negocios personales tengan más valor que la salud de la casa que nos da vida y nos pertenece a todos. Los pueblos antiguos regían sus vidas por los ciclos de la naturaleza, incluidos los primigenios habitantes de América.

El término castellano “alma”, proviene del latín “anima”, que a su vez deriva del griego “anemos”, que significa “viento”. Aristóteles dijo: “Otros hay que además afirman que el alma se halla mezclada con la totalidad del universo, de donde seguramente dedujo Tales que todo está lleno de dioses”.

Anaxímenes de Mileto, hijo de Eurístrato, declaró que el principio de las cosas existentes es el aire; pues de este nacen todas las cosas y en él se disuelven de nuevo, y así como nuestra alma, que es aire, dice, nos mantiene unidos, de la misma manera el viento (o aliento) envuelve a todo el mundo. En el viento están las palabras y la música, por allí viaja la vida desde siempre. Ese espacio vital que nos pertenece a todos.

El aire que el hombre respira es su vida; es también el aire que lo rodea, que, partiendo de las cuatro esquinas del orbe, atraviesa como viento los espacios, como lo expresaba Job.

Aprender a reconocer el mundo circundante es la consigna, el equilibrio existencial lo exige. Es menester cuidar la integridad de la casa donde se desarrolla la vida. Corregir el uso de elementos para producir menos daño. Se debe priorizar la vida. La ciencia humana no debe aportar a la destrucción.


Eduardo Ceballos.